lunes, 25 de enero de 2010

mi bailarina de ballet favorita: Natalia Makarova


Poseedora de una brillante técnica dancística y elocuencia dramática, la bailarina estadounidense, de origen ruso, Natalia Makarova, quien durante más de una década fue la primera bailarina del Ballet del Teatro Kirov, cumplirá este 21 de noviembre, 66 años de vida.



Por sus interpretaciones en obras como "Giselle", "El lago de los cisnes" y "La bella durmiente", Makarova fue galardonada con la Medalla de Oro en el Festival de Ballet de Varna, Bulgaria, en 1965. Durante una gira del Ballet Kirov, en 1970, solicitó el asilo en Gran Bretaña. Su primer encuentro con otra compañía de ballet fue con el American Ballet Theatre con el cual adaptó para su debut en "Giselle".




Nataliya Romanovna Makarova nació el 21 de noviembre de 1940, en Leningrado (actualmente San Petersburgo), Sus primeras clases de ballet las tomó en el Instituto Coreográfico de Vaganova en su ciudad natal. En 1959 ingresó al Ballet del Teatro Kírov, donde permaneció hasta 1970, año en el que desertó de la Unión Soviética. Durante su estancia en la agrupación supo ganarse la aclamación del público más exigente con su técnica magnífica y su capacidad para capturar el verdadero carácter del ballet clásico.

Por sus interpretaciones en obras como "Giselle", "El lago de los cisnes" y "La bella durmiente", Makarova fue galardonada con la Medalla de Oro en el Festival de Ballet de Varna, Bulgaria, en 1965. Durante una gira del Ballet Kirov, en 1970, solicitó el asilo en Gran Bretaña. Su primer encuentro con otra compañía de ballet fue con el American Ballet Theatre con el cual adaptó para su debut en "Giselle".

Dos año después se incorporó al Royal Clasic Ballet, cuyo repertorio incluía "Les Sylphides", "Manon", "La canción de la tierra", "Concerto", "Cinderella", "Serenade", "Syncopations" y "Les Biches, entre otras.
Como bailarina huésped, ha participado con las más importantes compañías de ballet clásico y contemporáneo del mundo como El Ballet Clásico de la Opera de París, el Ballet Clásico Nacional de Canadá, el Ballet de Stuttgart, el Ballet Real de Dinamarca. También ha actuado con el Ballet Clásico del Festival de Londres, el Ballet Clásico Siglo Veinte de Bejart y con los Ballets Clásico y Contemporáneo de Marsella de Roland Petit. Para el American Ballet Theatre la bailarina montó y produjo su versión de "El seino de las sombras", de la obra "La Bayadera", de Sergei Kuschelok y Marius Petipa.

En televisión realizó "El Especial de Natasha", documental en el que la bailarina da cuenta de su técnica dancística. También escribió "Auto-Biografía de la Danza", libro publicado en 1979 en Estados Unidos. En 1976 Makarova contrajo matrimonio con Eduard Karkar, hombre de negocios y ejecutivo de finanzas, con quien procreó a su primer hijo Andre Michael. Makarova ubicó su residencia en Estados Unidos, donde también demostró su talento luego de actuar en Broadway en la comedia musical "On Your Toes", en la que interpretó un papel cómico que le valió un Premio Tony como la "mejor actriz en un musical" y siete nominaciones adicionales.

En 1989 volvió por una breve temporada a Rusia, donde bailó con el Ballet Kirov; un año después Natalia Makarova se retira de la escena dancística para dedicarse a la actuación en obras de teatro y filmes. NOVIEMBRE 20, 2006 (NOTIMEX)

Makarova: es factible crear una gran academia internacional del ballet


"Se cuidaría el profesionalismo y convivirían las aportaciones de las diversas escuelas" señala

Por José Garza
especial para La Jornada, Monterrey, NL, 17 de julio

Es una redentora del mundo del ballet. Ha hecho muchos milagros sobre los escenarios de todo el orbe durante más de 40 años para demostrar que la belleza puede salvar a la humanidad. De hecho, antes de ser condenada y morir crucificada, prefirió el exilio. No hay rencor sino la esperanza de rescatar al arte con el desarrollo de un nuevo vocabulario dancístico, pero sin olvidar la tradición. También existe en ella un espíritu ecuménico: considera la posibilidad de una academia internacional que convoque lo mejor de cada escuela de ballet en el mundo, la expresividad que la escuela rusa brinda a las extremidades y al torso y la velocidad que postula Balanchine, por ejemplo.

Vaya sentido conciliatorio el de la bailarina y coreógrafa rusa Natalia Makarova. Claro, si para ella la danza es como una religión ''y tiene que crearse esa atmósfera para que las personas así la asuman y para poder servir a nuestra diosa, Terpsícore".

­Por qué ya no existen en el cielo del mundo del ballet estrellas tan brillantes como la propia Makarova ­podría ocurrírsele a alguien preguntar. ­No lo sé, pregúntale a Dios ­responde la prima ballerina. Las estrellas no se pueden crear. Eres una estrella o no lo eres.

¿La belleza salvará al mundo?

Natalia Makarova ha dado los primeros pasos para cristalizar su sentimiento de unidad y desarrollo del mundo dancístico. Fue presidenta honoraria del primer Congreso Internacional de Ballet Clásico y Contemporáneo que concluyó la noche del sábado en esta capital norteña. De hecho, en la ceremonia de clausura en la Gran Sala del Teatro de la Ciudad, el director general del Instituto Nacional de Bellas Artes, Gerardo Estrada, le entregó la Medalla Bellas Artes, máximo galardón que el gobierno de México confiere a un artista en honor a su trayectoria y en reconocimiento a su permanente y valiosa aportación a las artes.

­Me siento muy honrada con la medalla ­dice Makarova en conferencia de prensa previa a la ceremonia final del encuentro­. En el mundo hay muchos artistas y siento mucho gusto que México me haya seleccionado para recibir este honor en el contexto del congreso, que sin duda traerá muchos beneficios para el arte del ballet.

Makarova está inquieta sobre el futuro del ballet. ''Considero que es muy importante hacer un desarrollo del vocabulario del arte del ballet para el siglo 21, sin olvidar la tradición y sin dejar de lado la historia. El ballet necesita replantearse y reescribir el vocabulario dancístico. Estoy preocupada por lo que sucede, sobre todo en esta era de la computadora, donde todo se maneja mediante la tecnología. Es muy importante considerar la división entre la poesía y la computación, por ejemplo. Dostoievski decía que la belleza salvaría al mundo. Es muy importante reconsiderar esta hermosa idea".

La legendaria figura del American Ballet Theatre insta a una mayor profesionalización del mundo del ballet. ''Hay demasiadas escuelas privadas. Cualquier persona que tiene dinero abre una escuela y eso no es correcto. Veo en el futuro la posibilidad de que haya una gran academia internacional en la que se cuide el profesionalismo y convivan las aportaciones de las diversas escuelas de ballet en el mundo".

Desde sus inicios, Makarova se ha movido siempre con rigor, nada complaciente y con un alto grado de profesionalismo. Comenzó su carrera en Leningrado, en la escuela Vaganova, a los 13 años. Después de su graduación en 1959 ingresó al Ballet Kirov en el que con rapidez destacó y ganó la medalla de oro en Varna, en 1965. Un lustro después, en 1970, durante una gira con el Kirov en Londres, pidió asilo a la Gran Bretaña. Allí se unió al American Ballet Theatre y debutó con Giselle, en diciembre de ese mismo año. Después interpretó muchos roles del vasto repertorio de esa compañía, al lado de estrellas como Tudor, Balanchine, Robbins y Tetley.


Exilio por ''hambre artística''

­Usted recurrió al exilio para alcanzar un pleno desarrollo profesional. ¿Qué impacto tuvo el fin de la guerra fría en el ballet?

­Cuando pedí asilo ya era una artista formada y con renombre internacional, no era ninguna estudiante. Me fui de mi país porque tenía hambre artística que satisfacer. Pero siempre le he dado las gracias a la escuela rusa porque sin su formación no hubiera logrado lo que he hecho.

''Ahora la historia es diferente y nos hemos ido a otro extremo con la perestroika. Y como la situación en Rusia es tan precaria, el arte está afectado y tiene dificultades para sobrevivir; lo mismo ocurre con la gente que sólo tiene en la mente cómo comprar el pan."

Makarova reconoce que uno de los mejores momentos de su carrera artística fue cuando regresó a casa. Es la primera artista rusa en el exilio en ser invitada a bailar de regreso a su tierra natal. Después de 19 años de ausencia, actuó de nuevo en el escenario del Kirov el 1 de febrero de 1989, en una función presentada como parte del documental de la BBC, Makarova returns. ''Fue algo grandioso. No había visto a mis padres ni a mis amigos por mucho tiempo; todo el mundo estaba esperándome", finaliza con gran emoción y los ojos humedecidos.

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